Te encuentras en la recta final de tu embarazo. Has acudido a la ecografía del tercer trimestre con resultados inesperados o, tal vez, a la prueba de monitores o correas porque ya estás en la semana 40 y tu bebé parece no tener prisa por conocer el mundo exterior. Tu ginecólogo te explica la necesidad de la inducción al parto, es decir, usar métodos artificiales que desencadenen las contracciones del útero y el trabajo de parto antes de que tu cuerpo lo haga de forma natural.
Tienes que saber que, a veces, el tiempo que transcurre entre el comienzo de la inducción al parto hasta el nacimiento de tu hijo puede prolongarse hasta 48 o incluso 72 horas. Es completamente normal, aunque a veces sucede más rápido. No tengas prisa ni te agobies por eso, lo importante es que tu bebé y tú estéis bien. Recuerda que en todo el proceso contarás con un grupo de profesionales que velarán por vuestra salud.
A continuación, os vamos a explicar los motivos por los que pueden inducirte al parto y los métodos que se suelen usan para hacerlo.
Motivos para inducir al parto
La inducción al parto se practica para asegurar el bienestar fetal, la salud de la madre o de madre e hijo. Esta decisión depende de la evaluación que haga el profesional, que estará perfectamente adaptada a tu situación y la del bebé y te lo explicará pormenorizadamente. Los motivos más frecuentes son:
- Romper aguas sin que comiencen luego los trabajos de parto.
- Cuando ha pasado la fecha probable de parto, durante la semana 41 o 42 de gestación.
- Cuando el bebé pesa menos de lo adecuado a su edad (peso estimado inferior al percentil 10 para su edad de gestación).
- Hay menos líquido amniótico del que debía.
- Diabetes gestacional o diabetes previa al embarazo.
- Presión arterial elevada de la mamá. .
Otros motivos menos corrientes pueden ser una infección del útero, preeclampsia o desprendimiento placentario.
Métodos de inducción al parto
El empleo de uno de estos métodos depende del ginecólogo, que decidirá el más adecuado de acuerdo a la situación de la madre y bebé.
- Ruptura de membranas. Romper la bolsa o la fuente es uno de los métodos tradicionales que se emplean para tratar de comenzar las contracciones.
- Sonda de Foley. Se introduce por el cuello del útero una sonda de goma en cuyo extremo hay un pequeño balón que se llena de agua. Con ella se generan suaves contracciones que van preparando el cuello uterino para el parto. Esta sonda se suele dejar durante 12-16 horas. Tras este tiempo, será el ginecólogo el que valore si el trabajo de parto se ha desencadenado o si, al menos, el cuello uterino se está borrando para emplear otro método de inducción al parto al día siguiente. Este método puede ser bastante molesto para la mujer según se refleja en el panfleto de información sobre la inducción al parto del H.U. Puerta del Mar de Cádiz.
- Prostaglandinas vaginales. Consiste en depositar un fármaco (Propess o Misofar) en la parte alta de la vagina para que madure el cuello uterino. Mientras esto ocurre, la embarazada sentirá contracciones de diversa intensidad. También puede empezar a vomitar o sufrir diarrea. Se trata de síntomas normales. Además, estarás siendo monitorizada para controlar que todo va bien.
- Oxitocina. Es un fármaco que se administra a la futura mamá mediante suero en pequeñas dosis para iniciar o hacer más fuertes las contracciones. Mientras, la embarazada estará monitorizada en todo momento para controlar el bienestar fetal y la frecuencia e intensidad de las contracciones. Ginecólogo y matrona serán los que decidan la dosis que recibe la embarazada en cada momento.
Para más información puedes consultar aquí o en el pdf de la Junta de Andalucía sobre complicaciones en el embarazo, parto y puerperio.